"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
|
23-05-2010 |
Jorge Zabalza
Síndrome de Israel
Compañer@s, dado que tengo una hermana médica y muchos amigos que ejercen la medicina, me atrevo a definir un nuevo síndrome, el de Israel, llorar por el holocausto donde asesinaron a seis millones a la vez que, con premeditación y sadismo, se asesina a miles de palestinos...
Sobre la represión (no fue un operativo, fue represión lisa y llana) a la hinchada de Peñarol, cabe destacar un par de informaciones sobre “pérdida de puntos de referencias” u “excesos” de la policía: 1) una niña con uniforme escolar bajada de un bus que iba al Estadio y detenida en la Comisaría junto con los que cantaban, la policía le aseguró a la madre que en media hora se la devolvía; 2) los estudiantes liceales golpeados en el Callejón de la Universidad mientras estaban en asamblea para definir su concurrecia a la Marcha del Silencia.
Es cierto que al fútbol van algunos “enfermos”. Voy a ver a Cerro y varias veces he participado en operativos “calmantes” para evitar la pérdida de los derechos de locatario o las sanciones económicas al club. Hay enfermos, como los hay en todas partes, por ejemplo el Jefe de Policía y sus enfermas declaraciones. Que haya inchas violentos no da derecho al gobierno a reprimir masiva e indiscriminadamente. La represión indiscriminada a los que festajan encierra el gérmen del terorrismo de Estado, sea porque ha sobrevivido impune en los sótanos cerebrales de los policías, sea porque hay algunos que han temrinado por condurise tanto que ya no saben cuál de los demonios son.
Por verdad y justicia, por erradicar la cultura de la impunidad de la subjetividad “a la uruguaya”. Siempre respetuoso
Abrazos
tambero
18 y (Jorge) Vázquez
En la misma calle y con dos días de diferencia, hubo esta semana dos recordatorios multitudinarios, violento uno y pacífico el otro, sobre lo que sucede cuando las instituciones dejan de lado los derechos humanos. El segundo fue anoche: miles de personas marcharon por 18 de Julio para repudiar una vez más el terrorismo de Estado y exigir justicia. El primero fue el martes: ni la Policía ni el gobierno garantizaron estos derechos fundamentales en su fallido intento de brindar seguridad en los festejos por el primer campeonato uruguayo de Peñarol en siete años.
El ministro interino del Interior, Jorge Vázquez, consideró que los operativos fueron “exitosos” porque “no hubo muertos, no hubo heridos graves y los daños han sido menores”. Para el presidente José Mujica, la Policía “estuvo notable”, según informó ayer Búsqueda. ¿Puede considerarse un éxito notable que un partido clásico definitorio del campeonato se haya jugado en plena jornada laboral, que los comercios del Centro de Montevideo debieran cerrar temprano, que el festejo quedara trunco, que seis policías y al menos otras cinco personas sufrieran lesiones, aunque sea leves, o que apenas dos de los 290 detenidos fueran procesados por la justicia?
No. Pero el Poder Ejecutivo, responsable de todo esto, les facturó la violencia a los otros dos. Al Judicial, por haber “soltado” demasiado pronto a los detenidos. Al Legislativo, por no armar a la Policía con “herramientas” para combatir mejor a los hinchas violentos. El juez penal Ricardo Míguez devolvió la primera factura al declarar a El Observador que la enorme mayoría de los arrestados fueron liberados porque no se los acusó de nada más que de exaltación o borrachera. Si los hubiera recluido, habría violado el artículo 15 de la Constitución (“nadie puede ser preso sino infraganti delito o habiendo semiplena prueba”) y el 22 (“todo juicio criminal empezará por acusación de parte o del acusador público”). Quedaron libres por la incompetencia de la Policía para cumplir una de sus funciones básicas: acusar a los delincuentes.
La segunda afirmación se desacredita sola. El Código Penal y la Ley 17.591, de Prevención, Control y Erradicación de la Violencia en el Deporte, tipifican numerosos delitos y faltas aplicables, como asonada; atentado contra la seguridad de los transportes; lesiones; riña; daño; provocación o participación de desorden en un espectáculo; contravención a disposiciones dictadas de la autoridad para garantir el orden; palabras, ademanes, escritos o dibujos contra la decencia en lugares públicos; arrojamiento de cosas o sustancias en lugares de tránsito y disparo de armas de fuego y de petardos en poblado.
Aun así, el Ministerio del Interior lamenta la falta de una ley que le permita incluir en el registro de hinchas violentos a personas que no hayan sido procesadas por la justicia. O sea, una ley que viole principios constitucionales como el debido proceso y la presunción de inocencia. ¿Se puede dejar ese archivo librado a la Policía sin temor a arbitrariedades?
El origen de los incidentes del martes es incierto. Imágenes televisivas y otras versiones de prensa apuntan a dos posibles, tal vez simultáneas: la reacción de hinchas a la requisa policial de bebidas alcohólicas y la escalada de vándalos contra quioscos, semáforos y marquesinas alrededor de la plaza Cagancha. Sea como fuere, lo que sucedió luego estuvo lejos de la legítima “represión selectiva” que prometió el viceministro Vázquez. Fue una batalla entre vándalos y policías por el dominio del territorio, unos con piedras y botellas, los otros con porras y balas de goma. Muchos hinchas decentes quedaron atrapados. La televisión mostró el avance de agentes antimotines en formación amenazante y atacando al barrer, palos a personas ya reducidas, incluso caídas en el suelo, y hasta el maltrato a un camarógrafo de Canal 10.
La inflexibilidad y el prejuicio signaron los operativos. “En todos los festejos terminamos así”, dijo a El Espectador el convaleciente jefe de Policía de Montevideo, Walder Ferreira, quien había recomendado en declaraciones a El País “hacer un corral como para animales, poner ahí adentro a los hinchas exaltados y que se revienten entre ellos”. Cuando se le preguntó por qué se mantuvo el lugar de la celebración, Jorge Vázquez sentenció: “Si tenemos que ir a festejar un partido de fútbol a Caraguatá, nos ganaron los vandálicos, y los vandálicos no nos van a ganar”.
El subsecretario del Interior quería ganar, como en el fútbol. Pero el martes en 18 de Julio no ganó nadie. Perdieron los que querían manifestar su alegría, los imbéciles incapaces de festejar sin joder al prójimo, varios comerciantes, la Policía, la justicia. Perdieron los derechos humanos. Menos mal que anoche volvieron a copar la avenida.
Marcelo Jelen
Liceales presentaron denuncia penal ante represión policial
Un grupo de estudiantes liceales presentó una denuncia penal contra policías actuantes en el operativo desarrollado el pasado martes en la noche en virtud de los festejos del Club Atlético Peñarol. Los jóvenes, algunos menores de edad, denunciaron haber sido apaleados sin mediar palabra en el callejón de la Udelar.
La denuncia penal fue radicada ayer ante la jueza penal de 6º Turno, Fanny Canessa, por el abogado Oscar López Goldaracena, representante de los jóvenes agredidos, algunos de ellos menores de edad, ante la eventualidad de la comisión de los delitos de "abuso de funciones" y "lesiones" por parte de los policías actuantes.
Los jóvenes participaron en una reunión gremial del CEMM (Coordinadora de Estudiantes de Enseñanza Media) en el callejón de la Udelar, "ya que el lugar para donde estaba convocada, IAVA, se encontraba cerrado". El motivo del encuentro era coordinar la participación de los jóvenes en la Marcha del Silencio, entre otros temas de agenda.
Al culminar el encuentro, a las 21.20 horas, los jóvenes procedían a retirarse hacia la Avenida 18 de Julio "cuando vimos a muchísimos policías con escudos, llegando al callejón, avanzando por la calle a pie y en motos rojas", expresa la denuncia, a la cual accedió LA REPUBLICA.
"Cuando los policías empezaron a ingresar al callejón nos quedamos quietos levantando las manos en actitud pacífica (...) Fue entonces que, sin ningún tipo de advertencia, ni aviso, un policía se adelantó al resto y efectuó tres disparos hacia adelante con una escopeta, lo que nos generó terror. Ninguno de los disparos impactó en nosotros (creemos que fueron de balas de goma)", expresa la denuncia.
Algunos de los jóvenes corrieron hacia la calle Guayabo y otros intentaron resguardarse detrás de la fuente ubicada en el lugar. Sin embargo, "los policías empezaron a corrernos y a golpear, indiscriminadamente, con palos y a patadas, al tiempo que insultaban", dice la denuncia. Incluso, los jóvenes afirman haber sido golpeados "en el suelo". Asimismo, la denuncia afirma que el operativo contó con la participación de mujeres policía, una de las cuales trató de "mugrienta" a una de las jóvenes mientras la tomaba de los pelos.
"Se tendrá presente que la legislación vigente solamente habilita el uso de la fuerza por parte de la Policía de manera 'excepcional', racional, progresiva y proporcional para garantizar los derechos individuales y siempre y cuando se esté frente a una conducta ilícita", recuerda el escrito.
"En el caso, nada de esto se respetó". "Se nos apaleó brutalmente sin ningún motivo, sin advertencia ni aviso previo y sin haberse verificado en el lugar ningún hecho que, ni por asomo, pudiera calificarse como irregular y mucho menos de apariencia delictiva".
"En el caso no existió ninguna intervención moderada ni racional, ni de las armas ni de la fuerza pública. No se nos solicitó identificación, sino que sencillamente se nos golpeó y cuando regresamos a buscar nuestras mochilas, las que habían quedado tiradas en el lugar, también se nos pegó. Parecían enajenados", indica el texto. El accionar supuso una violación de la Ley Nº 18.315, "Ley de Procedimiento Policial", dice el escrito.
La denuncia fue radicada en la tarde de ayer ante la jueza Fanny Canessa, disponiéndose la concreción de diversas pericias forenses para constatar la gravedad de las lesiones. Una de las jóvenes debió ser internada en el Casmu con lesiones en las rodillas y brazos, y marcas de palos en el abdomen y la espalda.
Encuentro
Los jóvenes denunciantes mantuvieron ayer un encuentro con el subjefe de Policía de Montevideo, inspector Washington Curbelo, para interiorizarlo sobre el accionar policial en el callejón de la Udelar la noche del 18 de mayo, durante los festejos del Club Atlético Peñarol, por la obtención del campeonato uruguayo de fútbol.
El subjefe de Policía condenó los hechos, pidió las disculpas del caso en nombre de la institución policial y se comprometió a realizar de inmediato las averiguaciones pertinentes para identificar a los responsables, esclarecer los hechos y adoptar las medidas que correspondan, indicó el abogado Oscar López Goldaracena a LA REPUBLICA. La reunión entre las partes fue pautada por intermedio del ministro (interino) del Interior, Jorge Vázquez.
El hombro del presidente
Anoche el presidente caminó a mi lado. Entró a la marcha por la Universidad de la República. Lo acompañaba Lucía. Lo custodiaban tres o cuatro muchachos camuflados de civiles. Alguno había entrado al caudal de gente unas cuadras antes. Su ingreso hizo que la solemnidad del silencio se hiciera murmullo. Por respeto al respeto o por simple respeto, nadie le dijo nada.
Yo llevaba en una silla de ruedas a Hebe Martínez Burlé, la abogada que propició el procesamiento del dictador Juan María Bordaberry por los asesinatos de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw, cuyos cadáveres acribillados aparecieron en Buenos Aires, precisamente, un 20 de mayo de hace 34 años.
Hebe se había quebrado un pequeño huesillo del pie izquierdo y hacía 30 días que estaba bajo "prisión domiciliaria", "engrillada" a un yeso que tendrá que seguir usando un par de semanas más. Sentada en el rodado, Hebe tenía la visión de un pequeño niño dentro de una manifestación. "No veo nada", me decía… "Ahora entiendo por qué los chiquilines se aburren en las marchas".
La presencia del Pepe provocaba otro silencio dentro del silencio de una marcha que sólo cincuenta metros más adelante se encabezaba con una pancarta que respondía "Sin verdad y justicia no hay reconciliació n", a las últimas declaraciones y propuestas que el presidente tuvo en favor de un acercamiento entre la sociedad civil uruguaya y las fuerzas armadas.
Hubo sin embargo algún comentario en voz baja… Un "y éste que hace acá", cerrado por un "dejalo". Otros que lo miraban para encontrarle los ojos y sonreírle. Alguno que a la pasada tocaba la mano de la primera dama, saludándola. Y también quienes, emocionados, querían sólo acercarse al presidente. Hasta que las cámaras lo descubrieron y comenzaron a acosarlo.
Fue entonces, que Mujica descubrió a Hebe, quien en su falda llevaba el retrato de Washington Barrios, un tupamaro desaparecido en Argentina en 1974 (probablemente también trasladado a Uruguay) a cuya esposa Silvia Reyes y dos amigas, Diana Maidanick y Laura Raggio, los militares acribillaron el 23 de abril del mismo año. Los cuatro crímenes permanecen impunes.
El presidente saludó afectuosamente a la abogada. Ambos se conocen desde hace mucho. Lucía saludó de lejos. Hebe le daba al Pepe una conversación que le permitía salir de aquel silencio y aquel acoso. Caminó junto a mi hombro, sin reconocer al periodista que recientemente desocupado estaba haciendo una changa como chofer de silla de ruedas.
Mujica hablaba acelerado. Contaba orgulloso que había logrado acordar con los argentinos que se destrabaran varios nichos comerciales. "Hay que arreglar cada tema, uno a uno, a veces con un parche en el ojo", decía con ese tono que le exageran sus imitadores en las murgas. Por momentos, me molestaba el diálogo… Estuve a punto de explicitarles que era una marcha del silencio…
Pero no lo hice… "Estoy durmiendo poco -se explicaba Pepe-, me despierto a las dos de la mañana con alguna idea y ya no puedo dormir"… "Quise traer a la perra, pero me miró desde la cucha y me hizo que no con la cola"… "¡¿Sabés cuántos uruguayos capacitados están volviendo al país?!"… El presidente estaba locuaz, casi ajeno al lugar que no era, precisamente, un acto social…
Hebe hizo una referencia a su "chofer" y entonces el Pepe advirtió mi presencia… "No te había reconocido debajo de tanto pelo", me dijo. "Yo sí", susurré. Llegábamos a Ejido y, con la marcha detenida, comenzaron a pronunciarse los nombres de cada uno de los ciento y tantos desaparecidos uruguayos. La masa respondía en coro con un "¡Presente!".
Siempre me impacta cuando se pasa lista… No conocí a ninguno de ellos y, sin embargo, los siento propios. De la mayoría se el cuándo y dónde les ocurrió aquello, y de muchos también me surgen sus familias, sus anécdotas, sus gustos… No son para mi tinta en la pancarta y no entiendo a quienes no comprenden que ese vacío es presencia, aún con sus huesos ausentes.
El Pepe, Lucía y sus muchachos, se fueron corriendo por Ejido hacia abajo, saludados por la gente que, mayoritariamente, le demostró afecto… Yo permanecí con Hebe y con Sara, que se había corrido a un costado ante la llegada del presidente… Y me quedé pensando si su asistencia a la marcha sólo era una "jugada política" ante el reclamo por los desaparecidos.
No quiero creer que el presidente caminó en la marcha del silencio como un juego de equilibrio por la reunión que tuvo con los militares en Durazno. No quiero creer que el presidente realmente se sienta en el medio de esa relación entre civiles y militares. No quiero creer que Mujica no comprenda el verdadero significado de la marcha en la cual transitaba. La más grande en 15 años…
Comprendo que por haber estado preso desde antes y por haber salir después, no conozca cabalmente lo que fue la dictadura… Temo que crea efectivamente en la teoría de los dos demonios: por conveniencia política, ya que así recibió los votos que lo llevaron al gobierno, o, peor aún, por arrepentirse y sentirse en parte responsable de los que le ocurrió en el país...
Cuanto cantaba el himno (la versión nueva de la solista soprano no me gusta tanto como aquella vieja del tenor de voz aflautada), me quedé reflexionando en el heroicismo de su mensaje, en la convicción con la que por años levantamos el puño al entonar el hoy suavizado grito de tiranos temblad… En lo que la letra del himno realmente nos implica.
Anoche el presidente caminó, casualmente, a mi lado. Tocando mi antebrazo con su hombro. Y no era el momento ni el lugar de decirle tantas cosas que quisiera decirle. Pero ahora, luego de sentirlo tan humano, imperfecto y hasta frágil, quisiera haberlo hecho… Decirle: "Pepe, no seas nabo… el pragmatismo es hijo de la impunidad".
Roger Rodríguez
Artículo relacionado : http://www.brecha.com.uy/index.php/component/content/article/923-portada/3312-tras-los-incidentes-en-los-festejos-de-penarol
Copyright © 2007 SURda All rights reserved. webmaster@surda.se | |